No sé si se deberá a lo que en psicología se llama estímulo saliente, pero tengo la sensación de que últimamente se publican muchos libros y se escriben numerosos artículos, blogs e incluso tweets sobre talento y liderazgo.
Con la cantidad de información e interés que se genera alrededor del tema, erróneamente creo que los directivos en las empresas tienen algunas nociones básicas sobre cómo ejercer un buen liderazgo y cuando descubro que en algunos casos hay una absoluta ignorancia y desinterés al respecto, no puedo evitar sentirme decepcionada y preguntarme en qué realidad viven.
En ocasiones habréis presenciado situaciones tan singulares como una reunión de un equipo de trabajo donde mientras el jefe del equipo está comunicando algo, los demás están respondiendo su correo electrónico, revisando un documento o simplemente parecen distraídos. De repente interviene un miembro del grupo e inmediatamente todo el mundo deja lo que estaba haciendo para fijar su atención en él y un completo silencio se impone en la sala.
¿Qué ha ocurrido? El jefe de este equipo no se corresponde con el líder natural del grupo y es probable que ni siquiera sea un líder formal.
¿Qué pasa cuando el líder formal no se merece el título de líder? Es sólo un jefe… lo que supone un grave problema para la organización.
¿Se puede distinguir a un jefe de un líder? Es muy fácil, algunas claves para hacerlo:
• Cuando el líder habla la gente le escucha con atención. El jefe no consigue la misma reacción cuando comunica, no tiene un impacto tan alto.
• El líder dirige gracias a su influencia, hace de guía de un equipo. El jefe sólo ordena e impone.
• Al líder se le sigue, al jefe se le obedece.
• Un líder invierte en el crecimiento personal y profesional de las personas que le siguen. El jefe no se preocupa por el desarrollo de sus colaboradores.
• El líder conoce su entorno, se esfuerza por entenderlo. El jefe no está sensibilizado con el contexto en el que está ni se esfuerza por comprender lo que le rodea.
• El líder comparte su conocimiento y aprende del grupo. El jefe cree estar en posesión de la verdad.
Si la verdadera medida del liderazgo es la influencia, algunos directivos no saldrían muy bien parados….
Los jefes no pueden atraer el mejor talento, desarrollarlo y retenerlo.
Sólo los buenos líderes se apoyan en la inteligencia emocional para dirigir personas y esto les permite generar un clima de confianza y colaboración necesario para que exista un compromiso y lealtad con la organización.
La excelencia se consigue cuando las personas están realmente involucradas en el proyecto y para eso la empresa debe contar con líderes no con jefes.
Las organizaciones deben adaptarse a sus trabajadores, no al revés.
Una empresa es un grupo de personas no una relación de puestos de trabajo, por tanto ya no tiene sentido un modelo de gestión basado en la uniformidad, es necesario aprender a gestionar desde la diversidad.
Las empresas empiezan a centrar sus esfuerzos por diferenciarse en un mercado cada vez más competitivo, por ser innovadoras y rentables, para alcanzar estos objetivos es imprescindible contar con buenos directivos y mandos intermedios.
La nueva era de colaboración que ha aparecido gracias a las redes sociales exige un cambio en el perfil del líder. Las personas que trabajan en una empresa demandan ahora un líder que se preocupe por ellas y les ayude a desarrollarse.
El papel del jefe ya no es suficiente.